Transcurrieron algunos días hasta que Alberto me invitó a conversar en su casa. Al llegar me lo encontré en el jardín trabajando entre sus plantas. Ellas agradecían la atenta dedicación de su nuevo dueño luciendo cada día más hermosas. De hecho, ya empezaban a despertar cierta envidia entre las mujeres del barrio que se preguntaban qué secreto tenía el nuevo vecino que en una semana había recuperado el espléndido aspecto que tenían en las épocas de oro de Doña Clotilde.
¡Hola Elián! me saludó con una amplia sonrisa, como era su costumbre.
Tengo noticias para tí. Vamos a sentarnos en la galería así conversamos mientras bebemos un exquisito té que compré en India.
En la mesa descansaban dos tazas de té que Alberto llenó lentamente con agua caliente de un termo de metal. Yo apenas ponía atención en la ceremoniosa manera con la que Alberto vertía el líquido caliente en cada taza, porque estaba demasiado ansioso por escuchar su respuesta. Sin embargo, él nunca mostraba prisa, era como si disfrutara lo que estaba haciendo en cada instante sin importar lo simple que fuera la tarea en cuestión.
He considerado tu solicitud y he decidido que voy a aceptarte como mi alumno en las artes de la alquimia. A cambio, tú te comprometerás a cumplir dos condiciones – me dijo, mientras daba un sorbo a la taza de té. Cerró un segundo sus ojos y su cara dibujó una leve sonrisa como si la infusión le trajera algún recuerdo de tierras lejanas.
Si, claro! Lo que sea… – contesté exultante!
Debo advertirte que es muy posible que encuentres estas condiciones un tanto extrañas y que te cuestiones si, en tu caso, son necesarias. Pero, créeme, sí lo son. No hay excepciones a la regla. Es así como los alquimistas las fueron transmitiendo a sus discípulos durante los siglos y es muy importante que se cumplan al pie de la letra para que ningún precepto se vea alterado durante el proceso de aprendizaje – me dijo mirándome fijamente a los ojos.
A modo de iniciación voy a regalarte esta libreta forrada con piel de camello que compré cuando estuve en Egipto. Quiero que la lleves a todas partes contigo. Te servirá para apuntar cada uno de los preceptos que te iré enseñando en las próximas semanas mientras te formas como alquimista.
¿Semanas? Pensé que me habías dicho que llevaría unos seis años convertirse en un alquimista – le dije extrañado por la breve duración de la formación.
Si, en mi caso logré convertirme en un alquimista después de seis años de aplicar los preceptos que mi maestro me transmitió. La formación duró sólo diez semanas y durante cada semana, mi maestro, me transmitió un nuevo precepto que yo apunté en una libreta similar a la que te estoy regalando – me contestó.
La primera condición que deberás cumplir es la siguiente:
- Mantener el contenido de nuestras clases en completa reserva
Quizás pienses que te transmitiré secretos que nadie conoce, que te imagines que en tu libreta apuntarás combinaciones químicas que te abrirán puertas ocultas que nadie más puede ver, fórmulas mágicas que sólo le son reveladas a algunos elegidos..
Nada de eso… Este es justamente uno de los mitos sobre nosotros que a los alquimistas nos resulta más divertidos. Vemos como a la gente en general le gusta creer que somos seres con superpoderes que nos permiten transformar el plomo en oro con tan solo tocarlo..
Tal como te dije en una de nuestras charlas anteriores, el universo no funciona de esta manera.
Toda la información que voy a proporcionarte ya es de tu pleno conocimiento. Es probable que tus amigos, tus maestros de la escuela, la señora que les ayuda con las tareas de la casa o el jardinero no encuentre nada particular en los preceptos que vas a aprender durante estas diez semanas.
Tal vez te preguntarás: si todo el mundo ya conoce estos preceptos, ¿por qué debo ser reservado con esta información? La respuesta es: porque si les cuentas lo que estás haciendo, te convencerán que estos preceptos no funcionan y entonces dejarás de ponerlos en práctica, lo mismo que hicieron ellos alguna vez atrás. Y, claro está no
La segunda condición será:
- Una vez que te conviertas en un alquimista deberás transmitir estos preceptos a una o más personas sólo si están interesadas en aprenderlos.
Esta será la forma en que retribuirás mis servicios y yo, a su vez, habré saldado la deuda con mi maestro.
Entonces, ¿estás de acuerdo con estas dos condiciones? – preguntó Alberto
Sí, lo estoy – contesté honestamente.
Siendo así, me gustaría aprovechar esta visita para hablarte del primer precepto, el más importante de todos. El funcionamiento de los preceptos restantes dependerá de la aplicación que hagas del primero. Por favor, toma nota en tu libreta con letra grande.
El primer precepto dice lo siguiente:
Tengo el poder de manifestar todo lo que desee con verdadera fé
Alberto advirtió mi desilución mientras anotaba el precepto en la libreta recién inaugurada.
Difícil de creer, ¿verdad? – me preguntó
Mucho… Me sonó a la película “El Secreto” donde el niño imagina la bicicleta y luego aparece el abuelo con una exactamente igual a la que el niño deseaba. Vamos, Alberto, ¿de verdad esperas que crea eso? – le pregunté un tanto decepcionado.
Sí, por supuesto. Justamente este precepto está en el primer lugar porque si no logras creer profundamente en lo que afirma no necesitas seguir adelante con los demás – me dijo en tono comprensivo. Hizo una pausa para permitir que sus palabras hicieran efecto y retomó la conversación:
En el camino hacia convertirte en un alquimista, el mayor obstáculo no está en lo que debes aprender sino más bien, en lo que debes desaprender. Son todas las cosas que ya sabes las que evitan que consideres otras posibilidades. Además, en la mayoría de los casos las personas que recién se inician en este camino ya han confirmado que este precepto NO funciona. Entonces ¿para qué perder el tiempo en intentarlo nuevamente? Y si no lo intentas, por supuesto que jamás funcionará – resumió el alquimista.
Hum.. eso tiene sentido. Pero de todas maneras no vas a esperar que en mi caso empiece a funcionar como por arte de magia, ¿verdad?
Eso es exactamente lo que espero que suceda – me contestó.
¿Ehh? – pregunté confundido.
Si te vas a convertir en un alquimista deberás hacer las paces con la palabra “magia”. Es parte de lo que debes desaprender. Hemos asociado este concepto con el engaño. Es decir, cuando vemos a un mago “hacer aparecer” algo frente a nuestros propios ojos, sabemos que se trata de un truco. Que en realidad no existe tal capacidad de creación sino que se trata de un juego de manos que traen al objeto en frente nuestro con tal velocidad que crea la ilusión de una aparición.
Si yo te preguntara si el mago tiene la capacidad hacer aparecer un conejo dentro de una galera me contestarías que el conejo ya existía y que solo se trata de una ilusión visual – añadió Alberto.
Además, estás tan convencido de ello que no podrías considerar seriamente lo contrario. Sin embargo, para un niño de cuatro o cinco años que observa a un mago en acción, el mago está realmente haciendo magia. Es solo una cuestión de creer.
Pero, finalmente, solo se trata de un truco – objeté.
No para el niño. En su realidad él vive la aparición del conejo como un acto de creación. Seguramente, más adelante, algún adulto se encargará de “aclararle” que, en realidad, se trata de un engaño y, poco a poco, el niño irá enterrando su fe en los magos.
Para poder lograr manifestaciones o transformaciones de la realidad es necesario volver a creer que uno tiene la capacidad de hacerlo. Algo similar pasa con el mago, él debe creer que tiene la capacidad de realizar la aparición, ya sea utilizando la velocidad de las manos o la magia verdadera – explicó pacientemente mi maestro.
Entonces, ¿cómo logro creer que tengo la capacidad de hacer magia? – pregunté ilusionado.
Es realmente muy simple, aunque no sea algo fácil. Tendrás que utilizar los siete pasos de la fe inquebrantable que acompañan al primer precepto. Estos son:
- Todo es posible en este universo, no existe nada imposible: para el niño que observa al mago durante un acto de magia, el conejo realmente se manifiesta de la nada. Mientras ninguna persona o circunstancia lo convenza de lo contrario, el niño disfrutará el acto de magia como algo maravilloso, sin importar la opinión de los demás. Generalmente, los adultos “saben” que los verdaderos magos no existen y, por lo tanto, jamás podrán reconocer uno cuando lo vean.
- El origen a partir del cual se crea nuestra realidad es el pensamiento : Es justamente aquí donde no existe el imposible. En la imaginación de una persona no existen otros límites que los que la propia persona se va imponiendo. Es justamente por eso que el niño puede ver al mago y un adulto solo ve una persona haciendo “trucos” de magia. Aún así un adulto podría, con el entrenamiento adecuado, recuperar la imaginación que tenía cuando era niño y comenzar a derribar las limitaciones mentales que le impiden ver a los verdaderos magos.
- El pensamiento influye directamente sobre las cosas, los seres y las situaciones: el pensamiento tiene la capacidad de poder atravesar cualquier elemento existente como si se tratara de un fantasma. Vibrando a la frecuencia apropiada puede viajar millones de kilómetros en segundos y extenderse por todo el universo. Al pasar a través de los elementos les produce alteraciones de mayor o menor medida según su intensidad.
- El pensamiento dispara la acción, pero las acciones también tienen un efecto sobre el pensamiento: un pensamiento puede inducir a una persona a realizar una acción determinada. Sin embargo, esto también funciona en sentido opuesto siendo que una acción puede ser capaz de modificar un pensamiento.
- Quien no gobierna sus propios pensamientos está siendo gobernado por el pensamiento ajeno: en la medida que controlamos nuestro pensamiento impedimos que fuerzas externas invadan nuestra mente con pensamientos externos. Cuando no disponemos del control sobre nuestros pensamientos somos inconscientemente inundados por pensamientos que provienen de fuentes externas a nuestro cerebro.
- La fe inquebrantable se consigue al conquistar los propios pensamientos: la selección adecuada de pensamientos, es decir, aquellos que nos llevan en la dirección deseada, desarrollan la confianza en nosotros mismos y en nuestras acciones y así aumenta nuestra fe. Constantemente estamos proyectando pensamientos en nuestra mente y si no ganamos control sobre ella, inevitablemente proyectará pensamientos que debiliten nuestra confianza y disminuyan nuestra fe.
- Los sentimientos son un factor multiplicador o divisor en los pensamientos: Cuando los sentimientos son agradables (también llamados positivos) nuestros pensamientos se potencian positivamente mientras que cuando nuestros sentimientos son desagradables (negativos) la potencia aumenta de manera negativa.
La fe inquebrantable se consigue al conquistar los propios pensamientos: la selección adecuada de pensamientos, es decir, aquellos que nos llevan en la dirección deseada, desarrollan la confianza en nosotros mismos y en nuestras acciones y así aumenta nuestra fe. Constantemente estamos proyectando pensamientos en nuestra mente y si no ganamos control sobre ella, inevitablemente proyectará pensamientos que debiliten nuestra confianza y disminuyan nuestra fe.
Quien tiene una fe inquebrantable puede desarrollar los nueve preceptos restantes.
Ya tienes tarea Elián: iniciar la práctica del control de tus pensamientos.
Espero verte la semana que viene. – se despidió Alberto.